ASI NACIO LA LOGIA INDEPENDENCIA
I. El General Francisco de Miranda y las Logias
Patrióticas.
Es imprescindible comenzar, a modo de introducción,
la narración de la emancipación americana por la figura del General Francisco
de Miranda, de quien no se tienen datos ciertos sobre su logia madre (algunos
afirman que fue iniciado en Virginia, otros en Filadelfia, Londres o París), si
bien es evidente que decidió organizar sociedades patrióticas americanas
tomando como ejemplo el espíritu imperante en las logias europeas de finales
del siglo XVIII, cuya esencia era la Libertad y la Justicia Social. Es así como
funda en 1797, en la ciudad de Londres, la sociedad patriótica, de carácter
masónico y de tendencia republicana, “Gran Reunión Americana”, erigiéndose Gran
Maestre de la misma, y cuyo fin último era la emancipación de las colonias
americanas del yugo español. Decidió fundar filiales de esta logia en diversas
ciudades, entre ellas París, Madrid y principalmente el puerto de Cádiz, lugar
donde arribaban los criollos ilustrados de las colonias y trababan relación con
miembros de la Orden. En esta última ciudad, la logia recibe el nombre de “Caballeros
Racionales Nº 7”, uno de cuyos miembros fuera Carlos María de Alvear. El
citado masón argentino, quien luchó contra el ejército napoleónico en España,
arriba a Londres en 1811 y conoce al General Miranda, afiliándose entonces a la
Logia mirandista de la mencionada ciudad. En una carta interceptada de Carlos
de Alvear (28 de octubre de 1811), dirigida a D. Rafael Mérida, miembro de la
“Sociedad Patriótica” de Caracas (filial de la “Gran Reunión Americana” de
Londres), éste le comunica sus planes de viajar a Buenos Aires con algunos
hermanos, asegurando enviar comunicación de todo lo que ocurriera en estas
tierras; en el listado complementario Nº 4 de la citada misiva, menciona como
Hermanos admitidos en la “Sociedad de Caballeros Racionales Nº 7” a Manuel
Moreno, natural de Buenos Aires, Luis López Méndez, Andrés Bello y Marqués del
Apartado, de Caracas. En otra nota con igual
fecha, también interceptada, Alvear le comunica al Venerable Presidente de la
L. Nº 4 que, llegado a Londres “junto a los Hermanos San Martín, Zapiola,
Mier, Villa-Urrutia y Chilavert, hemos fundado por orden de la L. Nº 3 una, con
el Nº 7, y hemos recibido a los Hermanos que figuran en la lista que va con el
Nº 4”. Estos Hermanos fundarían, a su arribo a Buenos Aires, la Logia
Lautaro. Américo Carnicelli aclara que gran parte de los miembros del
movimiento revolucionario tenían una doble pertenencia: eran masones de Logias
Regulares y masones de Logias Patrióticas, mientras que algunos otros, sólo
pertenecían a éstas últimas. Es necesario establecer esta diferencia ya que las
logias mirandistas, según el citado autor, perseguían un fin exclusivamente
político, hecho que los distanciaba del pensamiento basal de la masonería
regular, pero no caben dudas que los líderes revolucionarios “aprovecharon
la organización masónica para impulsar su movimiento”.
II. La masonería prerrevolucionaria en el Río de la
Plata.
Si bien fue fundamental la tarea llevada a cabo por
los Hermanos de las Logias Lautarinas en la Gesta Emancipadora de esta parte de
América, no serán ellos el objetivo de este escrito, sino más bien los miembros
de la masonería prerrevolucionaria en el Buenos Aires colonial.
Es difícil encontrar documentación escrita sobre la
actuación de logias masónicas en el Río de la Plata durante este período: los
miembros de las mismas debían actuar con sumo recato, ya que sus escritos
(actas, iniciaciones, etc.) podían caer en manos de los realistas y padecer, en
consecuencia, persecuciones y cárcel.
De acuerdo a los escritos de Emilio Corbière,
Alcibíades Lappas y Frau Abrinés y Arús Arderiu, la primera logia instalada en
Buenos Aires fue la “Logia Independencia”, con carta patente de la Gran
Logia Escocesa de Francia, hacia 1795; su nombre expone claramente las
intenciones emancipadoras de los Hermanos que allí se reunían. La misma funcionaba, de acuerdo a los
escritos de Francisco Guilló, en “una cueva, cuya entrada la tenía por un
semiarruinado caserón situado en una de las calles que conducen a la plaza y
cuya salida se prolongaba por una mina hasta los mismos pozos de la
residencia”, y allá iban entrando con mucho recato y recelo, paulatinamente, en
intervalo, varios individuos. Cualquiera hubiera podido observar, atendida la
cautela y el misterio con que se rodeaban esos sujetos, que se trataba de una
asociación secreta. En efecto, en aquella cueva funcionaba la Logia
Independencia, recién fundada, que había de sentar en Sud América los cimientos
de la institución masónica” Queda
demostrado la real existencia de la citada logia (también conocida como “la de
los franceses”), gracias a un documento enviado por el Gran Oriente de Francia,
quien al absorber la Gran Logia General Escocesa de Francia, declara nuestra
logia independiente y soberana, sugiriéndole continuar con el Rito Escocés.
Durante el Virreinato de Olaguer (1795/99) se
persiguió tenazmente a un grupo de ciudadanos franceses, acusados de comprar
una considerable cantidad de balas que, presuponían, serían utilizadas para
volar la Catedral; el grupo fue encarcelado y enjuiciado por Martín de Álzaga
(pro-realista). Sin embargo, esta “Conspiración de los franceses” no fue más
que una falsa excusa para perseguirlos por ser masones: los peninsulares temían
que este grupo sembrara la semilla de los pensamientos libertarios en la colonia.
Emilio Corbière destaca que la “Logia
Independencia” bajo la veneratura de Julián B. Álvarez, es la continuidad, al
menos en su denominación, de “la de los franceses”, si bien difiere de ella;
durante el mandato de Álvarez, “Independencia” proporcionó los cuadros
necesarios para la fundación de la “Logia Lautaro”, al arribo de la Corbeta
Canning, en 1812, con Alvear, San Martín y Zapiola, entre otros masones.
Juan José Castelli, quien fuera miembro y venerable
de la “Logia Independencia”, funda en 1801 la Sociedad Patriótica, Literaria y
Económica, cara visible de la citada logia. También fueron hermanos de logia
Manuel Belgrano, Manuel Moreno e Hipólito Vieytes, estos últimos
pertenecientes, de igual modo, a la “Logia Caballeros Racionales Nº 7”, de
Cádiz.
Ya para esta fecha, se encontraba en plena
actividad masónica y revolucionaria Don Saturnino Rodríguez Peña, quien fuera
iniciado en la Logia Estrella del Sur, una de las dos logias fundadas durante
las invasiones inglesas de 1806 y 1807; no debemos olvidar que, por aquel
entonces, los navíos ingleses eran logias flotantes. Don Saturnino era hermano
de Don Nicolás Rodríguez Peña quien, según consta en acta notarial, adquiere en
octubre de 1807 la finca en la que, junto a su socio Hipólito Vieytes,
funcionaría durante algo más de dos años, la conocida “Jabonería de Vieytes”,
que no sólo se desempeñaba como fábrica de velas y jabones, sino que lindero a
sus instalaciones (vivienda de Don Hipólito), se reunían, entre otros, el dueño
de casa, Castelli, Beruti, Nicolás Rodríguez Peña y Manuel Belgrano, con fines
emancipatorios. No debe olvidarse el Café de Marco, donde se reunían no
sólo masones, entre ellos Julián Álvarez (venerable de Independencia), sino también criollos que luchaban por un
gobierno propio; años después, ya cerrado el Café, conformarían la denominada
Sociedad Patriótica (1812).
Como parte de la comunidad no veía con buenos ojos
a la masonería, la Logia Independencia decidió separarse del mando del
movimiento revolucionario, según el autor Lazcano, y desmovilizarse (los
principios políticos se habían hecho carne entre los criollos). Deciden
entonces crear una comisión, conformada con miembros de la Logia, que serían
los encargados de dirigir y ejecutar los planes libertarios: la Sociedad de
los Siete. En ella participaban, siempre según Lazcano, Juan José Castelli,
Agustín Donado, Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña, Hipólito Vieytes,
Manuel Belgrano y Feliciano Antonio Chiclana.
Esta Sociedad, inexistente para gran parte de los
historiadores (entre ellos Canter), mítica para otros, fue, de haber existido,
según Corbière, la cara visible de la Logia Independencia. El historiador
Antonio Zinny (masón, fundador y venerable de la “Logia Lealtad Nº 6”) declaró
haber tenido un documento con los nombres de los miembros de la Logia
Independencia y la Sociedad de los Siete, agregando a esta última, al igual que
el Deán Funes, los nombres de Matías Irigoyen y Antonio Luis Beruti. Es
indudable la participación de grupos masónicos, junto a Saturnino Rodríguez
Peña y Julián B. Álvarez, en los eventos que concluyeron en la Semana de Mayo
de 1810.
La vivienda de Nicolás Rodríguez Peña se convirtió,
esa semana, en sede deliberativa; allí reunidos, la noche del 19 los miembros
de la Orden decidieron solicitar la convocatoria a un Cabildo Abierto, apoyados
por los jefes militares Saavedra y Martín Rodríguez (ambos masones). Ya para el 21 de mayo, los
miembros de la denominada Legión Infernal, dirigida por los Hermanos French y
Beruti, presionaban a las puertas del Cabildo, para concretar la ansiada
convocatoria que se llevaría finalmente a cabo el día 22. Para tamaño evento se
entregaron 450 invitaciones, de los cuales sólo concurrieron 251 personas, en
su gran mayoría defensores de los principios patrióticos. Muchos sindican a los
hermanos Rodríguez Peña como los encargados de solicitar a los cabildantes las
invitaciones pertinentes, antes de llegar a la sesión, impidiendo, con diversos
artilugios, la participación de los opositores a la causa. Gracias a las
brillantes exposiciones de Castelli y Paso, la votación del 22 de mayo se
inclinó por el cese en el cargo del Virrey Cisneros y su reemplazo por una
Junta designada por los cabildantes, que en un principio sería presidida por el
mismo Cisneros (día 24). Esa misma noche, la agitación popular era creciente y
los patriotas se reunieron nuevamente en casa de Rodríguez Peña: no había
tiempo que perder. Decidieron entrevistarse con Saavedra y Castelli (miembros de
la fallida Junta), quienes reconocieron su error y renunciaron.
El 25 de Mayo la intervención de la masonería fue
decisiva: viendo que el Cabildo no pensaba ceder ante la petición de los
patriotas (la caída de Cisneros), irrumpieron en la Sala Capitular un grupo de
“vecinos”, que disconformes con el Virrey , expresaron el disgusto y conmoción
popular, y su firme convicción de no aceptar su postulación. Tal fue la presión
que Cisneros dejó el cargo. Pero, no conformes con esto, ingresaron nuevamente
los vecinos junto a un grupo de masones, entre ellos French, Chiclana, Planes y
Beruti; fue este último el encargado de dar a conocer las nuevas peticiones:
los nombres de los futuros miembros del Primer Gobierno Patrio (que fue
concedido) y el envío de expediciones al interior, con el fin de propagar los
ideales revolucionarios (se enviaron circulares instando a la elección de
diputados para un futuro congreso en Buenos Aires). Dispuestos a todo, y bajo
presión de los cabildantes, los patriotas acercaron la solicitud por escrito y
con la firma de ciudadanos de diversa extracción social. Todos conocemos el
final de la historia: la jura de la Primera Junta de Gobierno, la Circular del
27 de mayo y el Reglamento interno de la Junta, del día 28. Recordamos también
las Logias Lautarinas y Mirandistas, y su influencia en la Campaña Libertadora
de América, gracias a la cual se consolidó la Independencia del
Continente.